A los
ojos de un observador imparcial este es un espacio muerto, largamente olvidado.
A mis ojos solo está dormido esperando a ser despertado de nuevo.
El
mismo observador imparcial vera que en dos épocas diferentes este espacio
acogió vida y que por dos veces esta vida se extinguió. Esa es una verdad
innegable pero lo que desconoce son los motivos por los cuales la palabra se
extinguió y por el que todo este tiempo este lugar ha sido un templo edificado
al silencio, al abandono y a la soledad.
Este motivo
ya no existe, la energía ha cambiado, propiciado por un momento de revelación.
El Alquimista abandona la zona fantasma en la que ha estado recluido todo este
tiempo para reclamar este lugar y convertirlo, nuevamente, en un templo a la
palabra. En esta sociedad tan tecnológica y tan brutalmente veloz, olvidamos a
menudo que las palabras tienen poder. Un poder que los antiguos conocían
sobradamente y que ahora mucha gente ha olvidado o se han encargado de
hacérnoslo olvidar.
Aquellas
personas que me conocen tendrán honestas dudas sobre mi propósito y no les
puedo culpar por ello porque saben que la constancia no se encuentra entre mis
virtudes y además los hechos del pasado les dan la razón. No malgastaré
palabras intentando convencerles, dejaré que mis actos sean los que les hagan
cambiar de opinión y los que les convenzan que mi propósito es fuerte.
Hoy
comienza el futuro. Yo soy el Alquimista, este es mi blog y el de todas aquellas
personas que quieran participar en él. Recordad:
Incluso el hombre de Corazón
puro,
que reza al hacerse oscuro,
puede convertirse en lobo.
Cuando el Matalobos florece
y la luna de Otoño crece.